La pequeña de cabellos largos contempla las
estrellas con cada lágrima que cae sobre sus mejillas, los brazos ajenos que la cargan no son tan fuertes como para
calmar el miedo de ver a su madre cubriéndose el rostro lleno de sangre. La
niña se prometió que nunca le harían eso a ella, la niña se prometió que nunca sufriría
como mamá. La niña creció; olvido sus promesas a la primera canción de amor, la
segunda, la tercera, cuarta y la… No fue sangre la que cubría su rostro, eran otra
vez las lágrimas y nuevas promesas por cumplir.
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